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La oropéndola y la máquina del tiempo

Este es un breve comentario sobre el sentido dramático de la obra “¡Ay amor, ya no me quieras tanto”, de la dramaturga mexicana Lucero Millán, con un enfoque desde los personajes y las circunstancias. Fue realizado como parte de mi proceso formativo en dramaturgia, en el Espacio Permanente de Formación en Escritura Dramática «Didascalia», que facilitan Jorgelina Cerritos y Los del Quinto Piso.

Sin lugar a dudas, en esta obra de Lucero Millán, los personajes y sus circunstancias conforman el plano de articulación de la acción dramática predominante. Dos personajes, una mujer y un hombre, que nos irán mostrando a otros personajes, por medio de saltos temporales. Dos personajes un tanto reservados, al inicio, un tanto herméticos, desconfiados, con lo que la autora empieza a generar esa tensión dramática al lector, haciéndolo mantener su atención para averiguar el porqué de su reserva. La autora se auxilia de objetos simbólicos, como los son el saco que la mujer cuida con recelo, y el calcetín que el hombre zurce una y otra vez, para reforzar esa tensión, en forma de metáfora. Asimismo, nos da idea de las diferencias entre estos personajes, por ejemplo: desde el idiolecto, se propone a una mujer con una forma de expresarse que roza con lo poético, de hecho, el personaje masculino le dice en una réplica: “habla usted como si fuera un libro”, mientras que el hombre habla de manera más coloquial. En la escena en la que ambos miran un paisaje, él ve uno desértico y ella ve una selva tropical, incluso ella afirma ver una oropéndola, mientras que él ve un cóndor; también, la diferencia entre ellos se establece en sus motivos de viaje: ella viaja hacia un lugar donde pueda dormir y él es un viajero de negocios, creando al lector una atmósfera en la que se respira la pregunta de qué va a pasar entre ellos.

Tras romper la barrera de la desconfianza, empieza un acercamiento entre los personajes, la autora propone un estira y encoje de preguntas sin respuestas entre ambos, como elemento de tensión, hasta que se logra romper esa barrera y los personajes empiezan a fluir, empiezan a intercambiar sus memorias, de tal forma que este tren en el que viajan estos personajes, se convierte en una especie de máquina del tiempo. Desde este tren, desde este viaje, el lector va descubriendo que en la memoria de ambos hay una historia en común de violencia intrafamiliar. Por un lado, la violencia que la mujer recibe de su marido, y de la que está escapando, y, por el otro, la violencia que sufrió la madre del hombre, por parte de su marido, padre del hombre. Todo esto en medio de una nueva atmósfera de tensión creada por la autora, cuando deja entrever que los personajes se han conocido previamente, el hombre piensa que ella es una vecina suya, y ella, en principio, lo niega, y aunque el texto no deja clara de manera explícita esta situación, es casi seguro que el lector decidirá que la mujer sí es la vecina conocida del hombre. Además, hay un giro tensional importante cuando el hombre se baja del tren sin mayores explicaciones y luego se sube, como un vendedor, y parece no reconocer a la mujer.

La mujer incentiva al hombre a buscar a la madre, a quien él no pudo ayudar en un momento de maltrato: “El único lugar donde uno puede recuperar su dignidad es en el lugar donde la perdió.» Hacia el final, los personajes se van acercando cada vez más, hasta llegar a un beso en la boca, cuya sensación de final feliz se rompe cuando el viaje termina y los personajes parece que irán por caminos separados, aunque la autora da una luz de esperanza, ya que, en su última mirada al paisaje, el hombre logra ver a la oropéndola, dejando la sensación en el lector de que las diferencias entre ellos ya no existen y que quizá se reencuentren en la máquina del tiempo.

Juego literario, por el Día Mundial del Teatro.

Amigos, en el marco del Día Mundial del Teatro, 27 de marzo, les comparto este pequeño juego literario que he redactado utilizando algunos nombres de obras que aparecen en mi registro de Teatro en El Salvador.
En el texto aparecen entre comillas los nombres. Denle una mirada, quizá encuentre la suya.
“Yo, Lucía”, en cumplimiento de la cuarentena residencial obligatoria, declaro que me encuentro “a puerta cerrada”. Mis “vecinas” “de la calle” de atrás, al parecer, han descubierto “el secreto más terrible”, porque gritan como “cerdos” que van al matadero. Ya me dio “hambre” otra vez, y se me acabó la comida. Dicen que para comprar comida hay que salir con una bandera blanca en la mano, aunque yo preferiría una “bandera negra”, pero lo dejo todo mejor en “las manos de dios”, total, mi abuelita dice que tengo un “ángel de la guarda”. Lo malo de vivir en la “última calle poniente” es que todo queda lejos y hay que atravesarse “los rieles” del tren para llegar a la despensa. Los de este lado parecemos “criaturas” extrañas, a mí se me quedan viendo como si fuera un “fenómeno”, ni que viviera en “Macondo”. Lo bueno es que, en tiempos normales, aquí “la fiesta” no se detiene, “algún día” volveremos a bailar en la calle bajo la “luna menguante”, por ahora será mejor que nos mantengamos en nuestros “escondites”. Ojalá mi “mamá” estuviera conmigo para que me leyera ese “cuento de navidad” que tanto me gusta, la extraño, a pesar de que cuando se enoja me grita <<“si vos no hubieras nacido”, yo me hubiera ido para los Estados>>, ella no entiende que “no solo duelen los golpes”, a veces es muy “mala sangre” conmigo, es de ese tipo de “querencias” que uno dice: con amigos así, ¿para qué quiero enemigos? Pero, ¿quién la manda a intentar irse con “el loco” de la esquina a terminarse “a tragos lentos” esa botella de aguardiente? Ahora, que se aguante los 30 días detenida, digo, retenida, quizá pensó que no le iban a seguir “el rastro” y que se iba a salir con la suya, ni tiempo le dieron para “la huida”. Pienso que me hubiera gustado vivir “al otro lado del mar”, aunque “de este lado también hay sueños”, no es que tengamos “opciones múltiples” de sueños, pero algo hay. Me gustaría estudiar alguna rama del “arte”, quizá teatro, pero “el avaro” de mi papá no va a querer mandar la remesa para pagarme el diplomado de la Matías, es más fácil que se convierta en “Supermán” a que me lo pague, ya me lo imagino diciendo <<ay, mi niña, si apenas me alcanza para la comida>>, siquiera me dijera “mi niña” en náhuat, como me dice la seño Nati: “Nusiwapiltzin”. A mí me gustaría que me concedieran unos “3, 4, 5 deseos”, así podría pedir eso. “El vacío” que siento en plena cuarentena quizá solo se ha de comparar con el que quedó después de la “extinción de los dinosaurios”, enormes “incendios”, el mundo “a la deriva”, “la señorita” de ciencias dice que las “bandadas de pájaros” lograron salvarse y que mucho tiempo después apareció “el cavernícola”, pero eso, a mí, no me consta. Sigo con hambre, deberían crear una aplicación que muestre todos los supermercados y te indiquen donde están “los más solos”, para no hacer tanta fila. Las “vecinas” siguen gritando, ¿habrá habido alguna “petición de mano”?
Dios mío, ¡no me he lavado las manos!, ya parezco Blanca, la que sale en “TOC TOC”.
René Figueroa/marzo de 2020.

Juana Pavón: la historia detrás del retrato.

noviembre 10, 2019 Deja un comentario

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Antes que nada, deseo aclarar que esto no se trata de un reclamo económico ni de derechos de autor, simplemente se trata de la historia detrás de este retrato.

La reconocida poeta hondureña Juana Pavón, mejor conocida como «Juana la loca» murió el 28 de marzo de este año. El retrato de arriba se lo hice el 31 de marzo de 2017, casi exactamente dos años antes de su muerte. Para los curiosos de lo técnico, los parámetros de la foto son: ISO 3200, f 2.8, v 1/40 s, con un lente 50 mm y la Canon 5D-Mark II.

Esta semana, del 5 al 9 de noviembre de 2019, visité nuevamente Tegucigalpa, Honduras, contratado para darle cobertura fotográfica a las funciones de la obra «TOC TOC», producida por el Teatro Luis Poma, en el marco de la Muestra Centroamericana de Teatro, en la Casa del Teatro Memorias. En uno de mis tiempos libres, unos buenos amigos teatreros me invitaron al bello pueblo «Valle de Ángeles» (por cierto ahí me tomaron esta foto). En una amena charla, café en mano, salió a la plática el tema de «Juana la loca», y surgieron las anécdotas que siempre ratifican por qué le decían así. Mi amigo hondureño Edgar Valeriano, hombre de teatro, me dijo que aquella foto que yo le había tomado a «Juana», 2 años atrás, había sido difundida ampliamente por los principales medios de prensa, de Honduras, cuando reportaron la muerte de la poeta. Yo supe de la muerte de la poeta, el mismo día, y 3 días después publique en mi perfil de Facebook el retrato de arriba. La primera vez que había publicado el retrato fue en abril de 2017, siempre en Facebook, tan solo unos días después de haberlo realizado.

Lo que nunca llegué a saber, hasta ayer, es el alcance que había tenido la difusión del retrato, por parte de los medios hondureños. Hoy, ya de regreso en El Salvador, busqué en «Google» la noticia, únicamente revisé las primeras 4 páginas de resultados y, para mi sorpresa, obtuve enlaces de 15 medios de prensa, que, efectivamente, usaron la fotografía. Para los más curiosos, acá comparto los enlaces:

https://www.elheraldo.hn/entretenimiento/1271064-466/fallece-la-poeta-hondure%C3%B1a-juana-pav%C3%B3n-desp%C3%BAes-de-luchar-contra-el-c%C3%A1ncer

https://lapoesiaalcanza.com.ar/noticias/5807-despedida-en-honduras-a-la-poeta-juana-pavon-juana-la-loca

https://televisur.com/muere-la-poeta-juana-la-loca-a-los-74-anos-de-edad/

http://www.abriendobrecha.tv/trasciende-el-fallecimiento-de-la-escritora-y-poeta-juana-pavon-en-tegucigalpa/

https://canal6.com.hn/fallece-la-escritora-y-poetisa-hondurena-juana-pavon-conocida-como-juana-la-loca-en-tegucigalpa.html

https://tiempo.hn/muere-la-reconocida-poetisa-juana-la-loca/

https://hondudiario.com/2019/03/28/muere-juana-la-loca-poeta-nacional/

https://proceso.hn/salud/5-salud-y-sociedad/fallece-la-conocida-poetisa-hondurena-juana-la-loca.html

http://www.elpais.hn/2019/03/28/fallece-poeta-hondurena-conocida-como-juana-la-loca/

http://www.gotv.hn/rev_muere_juana_pavon_la-poeta_hondurena_que_no_pudo_vencer_el_cancer/

http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/resumen/260901/fallece-destacada-poeta-hondurena/

http://www.palabradelmundo.cult.cu/2019/03/28/fallece-la-poeta-hondurena-juana-pavon-juana-la-loca/

https://www.hondurastips.hn/2019/03/29/juana-la-loca-la-poeta-feminista-que-siempre-sera-recordada-en-honduras/

https://iconosmag.com/categoria-sociedad/juana-pavon-poetisa-hondurena/

https://www.pressreader.com/honduras/diario-la-prensa/20190329/283450667759246

La historia detrás del retrato:

En 2017, el Grupo Teatral Bambú me invitó a darle cobertura fotográfica al Festival Internacional de las Artes Escénicas Bambú. En una de las coberturas, en las oficinas del Centro Cultural Bambú, me presentaron a «Juana» (antes ya me habían hablado mucho de ella), fue muy amable conmigo, cruzamos algunas palabras e inmediatamente le pregunté si podía hacerle un retrato. Ella estaba sentada en un sillón, fumando un cigarrillo, y me pareció que el fondo que tenía en ese momento era el indicado, por el multicolorido de sus pensamientos impredecibles, y decidí no moverla. Primero, hice un cuadro horizontal, cortando casi en sus rodillas, se miraba el sillón, su mano derecha, desenfocada, sosteniendo el cigarrillo y su otra mano sobre su pecho. Luego hice un encuadre vertical con, prácticamente, la misma pose que ella naturalmente había hecho. Mientras yo medía la luz y decidía los encuadres, le sacaba plática y ella me respondía. Me habían presentado ante ella como salvadoreño y me preguntó por Beatriz Alcaine, una amiga artista y gestora cultural salvadoreña (quien fue propietaria de La Luna Casa & Arte), a quien «Juana», según me dijo en esa plática, le guardaba muchísimo cariño. En uno de esos momentos, me dijo que le mandaba un beso a Beatriz y muchos saludos, y tiró el beso a la cámara, que es la acción que quedó registrada en el retrato que decidí seleccionar para publicar. Por supuesto, le expresé a Beatriz el encargo de «Juana».

Cuando se está frente a un personaje de tal magnitud no hay que dudar y hay que proceder a la brevedad a realizar la fotografía, quién quita que sea el último retrato que le hagan a esa persona. No sé si el mío fue el último retrato que le hicieron a «Juana la loca» o si, eventualmente, se volverá icónico, eso no es relevante. Lo que me resulta satisfactorio es que tuve la suerte de conocer, de primera mano, la historia detrás de ese gesto.

 

 

 

 

Poeta y fotógrafo en Cartagena de Indias, Colombia.

Este es un post de 2012 que se quedó en borrador y nunca fue publicado. Lo publico 4 años y medio después.

El miedo a volar, debido a mi claustrofobia y no en sí a la altura ni a la posibilidad de que se estrelle el avión, lo he tenido desde que tengo recuerdos. Cuando confirmé mi participación al XVI Festival Internacional de Poesía de Cartagena de Indias, Colombia, en mayo de este año (2012), supe que tenía que enfrentarme al hecho de volar. Empecé a hacer preguntas a viajeros frecuentes, a un ex piloto conocido, a navegar en internet hasta que llegué a parar a un blog en el que un piloto retirado, residente en España, se dedica a ayudar a las personas a quitarse ese miedo. Lo contacté y muy amablemente me respondió todas mis inquietudes y con eso disminuyó casi en su totalidad mi temor al vuelo, de tal manera que, llegado el día de salir hacia Cartagena, todo fue bien. De hecho, le sentí tanto gusto a volar que no me aguanto por hacerlo de nuevo.

En pleno vuelo hacia Cartgena de Indias.

En pleno vuelo hacia Cartagena de Indias.

Mi misión en Cartagena era compartir mis textos en el Festival Internacional de Poesía y, por supuesto, aprovechar para hacer otra de mis pasiones: la fotografía. Al llegar a mi destino recordé nuestra Ciudad de San Miguel, por el calor que hace en Cartagena. A manera de broma puedo decir que hay que llevar un presupuesto especial para agua, porque hay que hidratarse continuamente y, además, porque el agua es cara, aproximadamente $1.40 por botella, la misma botella que en San Antonio Los Ranchos, Chalatenango, cuesta $0.40.

Cartagena es una ciudad que tiene a sus pies el mar. Desde al aire se percibe un contraste arquitectónico entre la modernidad y lo colonial y ya en tierra firme, el contraste es evidente. Desde la Ciudad Amurallada (Ciudad Vieja) pueden verse las edificaciones modernas de una Cartagena que no tuve la oportunidad de caminar.

La arquitectura es visible desde la Ciudad Amurallada.

La arquitectura moderna es visible desde la Ciudad Amurallada.

Internarse en la Ciudad Amurallada por primera vez es como ir por un laberinto, hay muchas edificaciones coloniales, muy coloridas, intervenidas con toques de modernidad por los negocios locales. Calles angostas y casas de dos niveles forman largos callejones que invitan a caminar y admirar los detalles de esta ciudad que alguna vez sirvió para esconder el oro proveniente de otras regiones conquistadas, según algunos residentes de Cartagena.

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La belleza natural está a la orden del día y basta volver la vista hacia el poniente para sentir la cercanía de un mar que, seguramente, escucha a diario las preguntas de muchos.

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Es imposible no correr por los callejones, al filo de las 6 de la tarde, para no perderse esos atardeceres tan intensos como los abrazos que propician la noche.

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Como en cualquier parte del mundo, siempre hay dos caras. La periferia de Cartagena parece como cualquier barrio el centro de San Salvador, con todas sus estampas.

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Lo que me trajo a esta ciudad fue «la palabra». Sobre mi participación en el XVI Festival Internacional de Poesía de Cartagena de Indias, puedo decir que fue un Festival bastante íntimo y muy rico en poesía y en poetas. La hospitalidad de los Cartageneros es de primera, siempre hubo alguien dispuesto a ayudar, a orientar y a contar las historias de su ciudad.

UPDATE MAYO 2017: El miedo a volar se convirtió en pasión por volar.

¿Para qué comprar un libro de poesía?

diciembre 29, 2016 2 comentarios

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Primera página de mi poemario «Deformación de la noche», publicado en el libro «Juegos Florales El Salvador 2015», en diciembre de 2016.

Todos tenemos buenas rachas y malas rachas. A mediados de 2013 estaba pasando por una mala racha económica, de esas que son típicas en los «freelancers», y tuve que echar mano de todas mis posibilidades. A principios de ese año, la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador (DPI) me había publicado mi primer libro de poesía, en solitario, titulado «La grieta», y, como medida de emergencia, comencé, por mi propia cuenta, una labor de venta del libro a través de las redes sociales, aprovechando un lote que me había entregado la editorial como parte de las regalías. No tenía muchos ejemplares, pero algo era algo.

Las ventas no fueron mal, rápidamente, algunos de mis contactos en Facebook me pidieron reservarles un ejemplar y logré colocar unos 20 ejemplares. En la primera semana pude entregar, a domicilio, 8 libros, y en las siguientes semanas fui entregando el resto, a medida me los iban encargando.

Al final de la semana ya contaba con $80.00, producto de las ventas, tenía que dosificar ese monto pues era lo único en ese momento. Por la tarde del viernes me dirigía en mi vehículo sobre el Bulevar del Ejército, a la altura de MOLSA, cuando un vehículo hizo un giro repentino hacia mi carril y, aunque intenté esquivarlo, lo golpeé en el «bumper» y nos detuvimos para revisar. El conductor me dijo que tenía que reconocerle el golpe, mi carro no tenía nada, me pidió $100.00 y en ningún momento se me ocurrió decirle que él había tenido la culpa, me dejé llevar por aquel dicho de «el que pega paga». Le abrí la billetera y le dije: sólo tengo ochenta dólares; me dijo que estaba bien, entonces, mientras le entregaba el dinero, y me rodaba una lágrima en la mejilla, le dije: no sabe cómo me ha costado conseguir estos ochenta dólares. Me miró a los ojos, por un momento pensé que no iba a tomar el dinero, pero, obviamente, sí lo tomó.

Cuando retomé la marcha me puse a analizar el golpe y caí en la cuenta de que él había invadido mi carril y empecé a llorar de rabia por no haber visto eso en el momento y quizá haber evitado pagarle, pero era muy tarde.

Este post no es acerca de la poesía que uno escribe, es acerca de la poesía que uno vive en las calles, en el día a día, y de la que, a veces, somos los únicos testigos, sin dejar registro.

La próxima vez que a usted, amigo lector, un poeta le ofrezca venderle su libro de poesía, piénselo dos veces, quizá con eso le esté comprando las comidas del día o quizá le esté ayudando a pagar los golpes que da la vida. La poesía, qué más da.

 

René Figueroa: «La beatificación de Monseñor Romero» (fotografía)

La Zebra

Estas imágenes retratan una sociedad de altos contrastes. Realizadas en los alrededores de la Plaza Divino Salvador del Mundo, en San Salvador, el pasado 23 de mayo de 2015 en el marco de la beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, las fotografías de René Figueroa enfocan su mirada en lo que ocurrió en los márgenes de este evento, considerado de importancia histórica puesto que encamina al llamado Mártir de los Pobres al proceso de su santificación. A la ceremonia, que estuvo a cargo del enviado especial del papa Francisco, Angelo Amato, asistieron millares de feligreses. En los alrededores de la plaza, rondó la policía militar en calidad de agentes de seguridad pública, del mismo ejército salvadoreño al que Monseñor Romero pidió no matar a sus hermanos un año antes de que estallara la cruenta guerra civil de la década de 1980. También son notables los contrastes entre el…

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¿Psicosis salvadoreña?

Hace una semana, a esta hora, aún estaba en el aeropuerto «Jorge Chávez», de Lima, Perú, esperando abordar mi vuelo hacia El Salvador ( Por cierto, en este aeropuerto es imperdible probar las rodajas de pastel de zanahoria, son una delicia). Durante toda la semana había estado en Argentina, 5 días en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, participando como poeta invitado, en un Festival Internacional de Poesía, y otros 3 días en Buenos Aires, aprovechando el viaje.

El caso de lo que he dado en llamar «la psicosis salvadoreña» me pasó en Buenos Aires. Había decidido ir a una función al mismísimo «Teatro Colón«, a las 8 de la noche, estaba hospedado a unas 7 cuadras, y pude caminar tranquilamente hacia el teatro a eso de las 7:30 PM. Por supuesto, antes de entrar, hice las fotos de rigor, tipo turista.

Fachada del Teatro Colón.

Fachada del Teatro Colón.

Ya adentro del teatro, justo antes de entrar a las butacas, una de las acomodadoras me pidió que dejara mi mochila en los casilleros, dijo que me iban a dar un número para reclamar la mochila a la salida, y entré en pánico. En la mochila andaba todo mi equipo fotográfico, y no estaba dispuesto a dejarla en un casillero. Es aquí donde entra en juego la «psicosis salvadoreña»: en El Salvador sería totalmente improbable dejar en un casillero de un almacén, el súper, o donde fuera, mi mochila cargada con equipo fotográfico, por las razones que todos los salvadoreños conocemos. ¿Qué hice?

Cielo del Teatro Colón.

Cielo del Teatro Colón.

Hice el intento de convencer a la acomodadora, pero insistió que no era posible. Me decía que, por ejemplo, habían llegado grandes músicos que habían dejado sus caros y amados violines en el casillero, y que si entendía yo qué significaba para un músico dejar su instrumento (¡por supuesto que lo entiendo!) Luego pasé a explicar mi situación: soy un salvadoreño que no pudo dejar su psicosis por la delincuencia en El Salvador, y que al dejar la mochila en el casillero, aunque yo sabía que iba a estar segura, no iba a disfrutar tranquilamente del espectáculo por estar pensando en la mochila, pero me insistió en que no era posible, por lo que le dije que, en ese caso, prefería abandonar el teatro. En ese momento apareció una señora que parecía ser la jefa de las acomodadoras, me explicó lo mismo, y le expliqué lo mismo.

Detalle de escultura al interior del Teatro.

Detalle de escultura al interior del Teatro.

Para mi suerte, creo que el hecho de estar dispuesto a abandonar el teatro hizo que la jefa se compadeciera de mí, y me dijo que iba a hacer una excepción, y me dejó quedarme con la mochila, pero, me advirtió que no podía hacer fotos del espectáculo, sólo podía hacer fotos del teatro, mientras la función no iniciara, y yo fui muy obediente, y se lo agradecí infinitamente.

Vista desde el último nivel, y última fila, del interior del Teatro Colón.

Vista desde el último nivel, y última fila, del interior del Teatro Colón.

Es triste, pero, es nuestra realidad, y es difícil no cargar con ella adonde quiera que vayamos.

¡Buena luz!

«Domingos en la mañana».

El fin de semana pasado tuve la suerte de cubrir, por cuarto año consecutivo, el Festival Artístico Chalateco y el Festival del Maíz, que realiza la Asociación Tiempos Nuevos Teatro, en San Antonio Los Ranchos, Chalatenango. Pueden ver una selección de fotos del festival en este enlace, sin embargo, esta publicación no trata directamente del Festival.

El Festival dura 3 días, de viernes a domingo, como fotógrafo, tengo la responsabilidad de cubrir cada una de las actividades que se llevan a cabo, y de entregar una selección de fotos cada día, por lo que el tiempo se pasa entre hacer fotos y editarlas.

El domingo pasado, por motivos de fuerza mayor, se canceló un evento que iba a ser durante la mañana, entonces, prácticamente quedé libre después del desayuno. Aproveché para ir a descansar un rato en la casa de huéspedes en la que me estaba alojando. Al llegar a la casa me encontré a un grupo de jóvenes que estaban ensayando una escena de teatro, y, en lugar de irme a descansar, me quedé viendo su ensayo, y aproveché para hacerles algunas fotos. La temática era sobre la violencia hacia la mujer, y se percibía que era una creación colectiva original, lo cual me fue confirmado más tarde.

Jóvenes de San Antonio Los Ranchos, en pleno ensayo.

Jóvenes de San Antonio Los Ranchos, en pleno ensayo.

Cuando ellos terminaron de ensayar me explicaron que se trataba de un proyecto para presentarlo en la universidad el día martes siguiente. Uno de ellos, Oscar Castillo,  me preguntó si tenía algún comentario sobre su ensayo. Les dije que estaba muy emocionado y, sobre todo, conmovido. Conmovido porque estaba viendo, y viviendo, precisamente de lo que se trata el proyecto cultural de la Asociación Tiempos Nuevos Teatro: que los niños y jóvenes busquen expresarse a través del arte. Los felicité por estar ensayando una obra de teatro, un domingo por la mañana, temprano, en lugar de estar durmiendo, como mucha gente. Les dije que ojalá y pudieran presentar ese trabajo, algún día, en San Salvador, que los apoyaba, e incluso, a manera de broma, les di una idea de cómo podrían llamarse: grupo de teatro «Domingos en la mañana».

Listado de utilería.

Listado de utilería.

Si estos casos se replicaran, y se multiplicaran, a lo largo y ancho de nuestro país, las cosas quizá estarían menos mal.

Grupo de teatro "Domingos en la mañana" (nombre provisional sugerido por este servidor :D )

Grupo de teatro «Domingos en la mañana» (nombre provisional sugerido por este servidor 😀 )

Lamentablemente no pude asistir a la presentación del día martes, pero, por lo que vi en el ensayo, sé que lo hicieron muy bien. Estas cosas pasan, a 90 Km de San Salvador, estas cosas deben visibilizarse, estas cosas deben movernos, y conmovernos. Nuevamente, ¡felicidades muchachos!

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Mendigando «likes». (Actualización 01: 17/dic/2014)

No estoy en contra de los reconocimientos, pero, siempre he pensado que un verdadero creador no realiza su obra pensando en obtener un reconocimiento, hace su trabajo creativo como una parte inherente a su ser, como si se tratara de respirar,  no ocupa su tiempo en destruir la obra de los demás y no se preocupa por ser superado ni por superar a nadie, porque no ve la creatividad como una competencia, sino como una forma de vida. Hablo sobre los reconocimientos, no sobre los trabajos que se someten a concursos, eso es harina de otro costal, y tema para otro post.

Si el trabajo lo merece, quizá el reconocimiento llegará, tarde o temprano. Lo que no considero acertado es que un creador intente acceder a un reconocimiento mendigando “likes”, pienso que esto únicamente medirá el poder de convocatoria a nivel de redes sociales, y le restará legitimidad al reconocimiento.

Con relación a mi nominación, en la categoría de fotografía, de los premios del programa “La cancha del arte”, sinceramente, deseo agradecer a la persona o a las personas que propusieron mi nominación, y a la producción del programa por incluirme como uno de los 5 finalistas, y, sobre todo, agradezco a quienes de manera espontánea, y basados en mi trabajo fotográfico, le han dado su apoyo a mi nominación.

Aclaro que no pretendo desacreditar el evento, de ninguna manera, ni renunciar a la nominación, tampoco renunciaría a una premiación, de llegarse a dar; de hecho, considero importante cualquier intención de ayudar a la difusión artística y cultural, no soy nadie para desacreditar a nadie, creo firmemente en la tolerancia, por lo que me siento en libertad de expresar mi opinión sobre el tema, y les aseguro a mis contactos que no los voy a «espamear» pidiéndoles un «like».

Actualización 01: 17/dic/2014.

Les comparto una impresión de pantalla de un estado de la página de «La cancha del arte», en el que los propios organizadores denuncian irregularidades en el proceso de votaciones y las medidas que tomaron al respecto.

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