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Archive for agosto 2023

Sordera selectiva

Este es un breve comentario sobre el sentido dramático de la obra «Ruido», de Mariana de Althaus, con un enfoque desde la dupla metáfora-realidad. el comentario fue realizado como parte de mi proceso formativo en dramaturgia, en el Espacio Permanente de Formación en Escritura Dramática «Didascalia», que facilitan Jorgelina Cerritos y Los del Quinto Piso.

¿Qué pasaría si tuviéramos un interruptor y pudiéramos apagar nuestro sentido del oído, para dejar de escuchar lo que no nos gusta? Sería genial, podríamos dejar de escuchar esos potentes motores de los autobuses o de algunas motocicletas, los parlantes a todo volumen que ponen algunas iglesias, esa batería de una mala banda de rock que suena en la madrugada, el reguetón en los microbuses, en fin. En su obra “Ruido”, Mariana de Althaus ensaya algo parecido, al proponernos la metáfora de una familia que no quiere escuchar un ruido que les molesta, lo escuchan, claro, pero hacen todo lo que está a su alcance para dejar de escucharlo, padecen de una especie de sordera selectiva, que, vista desde la interpretación de la obra, se puede traducir como una evasión de la realidad que vivió una parte de la sociedad peruana en los años 80’s, fecha en las que se contextualiza la obra. Quizá vale la pena decir que la metáfora sigue vigente en nuestros días y que no es exclusiva de los peruanos.

Desde el inicio de la obra se nos plantea la sordera del personaje de la madre (Agusta) como una herramienta para la tensión dramática, ese juego del sordo y del aparecimiento de un ruido que no se sabe exactamente qué es, surge oportunamente en diferentes momentos del texto, generando en el lector un interés por descubrir de qué se trata, pero en el camino de la lectura, la autora nos va dejando pistas sobre ese ruido. El texto menciona algunas situaciones de la realidad, que efectivamente podemos relacionar a ruidos explícitos, como las explosiones de coches bomba, torres eléctricas derribadas, la guerra, pero también se mencionan otras situaciones que forman parte de ese ruido, pero no desde lo literal, por ejemplo, se habla de huelgas, de escasez, de paros nacionales, de asesinatos de periodistas, hasta de una posible reelección presidencial del “caballo loco”, como le decían a un expresidente peruano. Todo esto en el medio de una fábula que relaciona a los miembros de una familia matriarcal, con una vecina a quien su esposo la ha abandonado, hechos que suceden en horas en las que la ciudad está bajo un toque de queda, lo que pone tensión a los sucesos por la posibilidad de que al salir de la casa, se haga efectivo el toque de queda. La autora utiliza, además de ese recurso sonoro incierto, otras situaciones que ponen en tensión a los personajes: el alcohol, la locura, el miedo, la infidelidad, la disfuncionalidad familiar, un apagón, las drogas, el sexo y el abuso sexual, la migración, entre otras. El personaje más lúcido es la Vecina, y es ella quien hacia el final del texto intenta “encender el interruptor” que ojalá tuvieran en los oídos los otros personajes, para que puedan “escuchar” la realidad social que están evadiendo, por medio de una canción: VECINA: Esta es la historia de la familia Agusta/ se tapa los ojos si algo le asusta/ vive encerrada en la isla de la fantasía/ se esconde en la tele si jode la vida. La Vecina, que se ha dejado atontar por esta familia, al no ver reacción alguna ante su intento, toma acción en su vida y sale de la casa, a pesar del riesgo que implica hacerlo bajo le toque de queda. Como no podía ser de otra manera, la desgracia ocurre, y hay una explosión cuando ella sale, lo que la obliga a regresar a la casa de esta familia y pedirles ayuda, pero lógicamente se topa con esa sordera selectiva, y es ignorada por completo por esta familia que se queda inmutable a lo que sucede afuera, y muy “AGUSTO”, viendo la televisión, hasta que se aburren y la apagan.