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La oropéndola y la máquina del tiempo

Este es un breve comentario sobre el sentido dramático de la obra “¡Ay amor, ya no me quieras tanto”, de la dramaturga mexicana Lucero Millán, con un enfoque desde los personajes y las circunstancias. Fue realizado como parte de mi proceso formativo en dramaturgia, en el Espacio Permanente de Formación en Escritura Dramática «Didascalia», que facilitan Jorgelina Cerritos y Los del Quinto Piso.
Sin lugar a dudas, en esta obra de Lucero Millán, los personajes y sus circunstancias conforman el plano de articulación de la acción dramática predominante. Dos personajes, una mujer y un hombre, que nos irán mostrando a otros personajes, por medio de saltos temporales. Dos personajes un tanto reservados, al inicio, un tanto herméticos, desconfiados, con lo que la autora empieza a generar esa tensión dramática al lector, haciéndolo mantener su atención para averiguar el porqué de su reserva. La autora se auxilia de objetos simbólicos, como los son el saco que la mujer cuida con recelo, y el calcetín que el hombre zurce una y otra vez, para reforzar esa tensión, en forma de metáfora. Asimismo, nos da idea de las diferencias entre estos personajes, por ejemplo: desde el idiolecto, se propone a una mujer con una forma de expresarse que roza con lo poético, de hecho, el personaje masculino le dice en una réplica: “habla usted como si fuera un libro”, mientras que el hombre habla de manera más coloquial. En la escena en la que ambos miran un paisaje, él ve uno desértico y ella ve una selva tropical, incluso ella afirma ver una oropéndola, mientras que él ve un cóndor; también, la diferencia entre ellos se establece en sus motivos de viaje: ella viaja hacia un lugar donde pueda dormir y él es un viajero de negocios, creando al lector una atmósfera en la que se respira la pregunta de qué va a pasar entre ellos.
Tras romper la barrera de la desconfianza, empieza un acercamiento entre los personajes, la autora propone un estira y encoje de preguntas sin respuestas entre ambos, como elemento de tensión, hasta que se logra romper esa barrera y los personajes empiezan a fluir, empiezan a intercambiar sus memorias, de tal forma que este tren en el que viajan estos personajes, se convierte en una especie de máquina del tiempo. Desde este tren, desde este viaje, el lector va descubriendo que en la memoria de ambos hay una historia en común de violencia intrafamiliar. Por un lado, la violencia que la mujer recibe de su marido, y de la que está escapando, y, por el otro, la violencia que sufrió la madre del hombre, por parte de su marido, padre del hombre. Todo esto en medio de una nueva atmósfera de tensión creada por la autora, cuando deja entrever que los personajes se han conocido previamente, el hombre piensa que ella es una vecina suya, y ella, en principio, lo niega, y aunque el texto no deja clara de manera explícita esta situación, es casi seguro que el lector decidirá que la mujer sí es la vecina conocida del hombre. Además, hay un giro tensional importante cuando el hombre se baja del tren sin mayores explicaciones y luego se sube, como un vendedor, y parece no reconocer a la mujer.
La mujer incentiva al hombre a buscar a la madre, a quien él no pudo ayudar en un momento de maltrato: “El único lugar donde uno puede recuperar su dignidad es en el lugar donde la perdió.» Hacia el final, los personajes se van acercando cada vez más, hasta llegar a un beso en la boca, cuya sensación de final feliz se rompe cuando el viaje termina y los personajes parece que irán por caminos separados, aunque la autora da una luz de esperanza, ya que, en su última mirada al paisaje, el hombre logra ver a la oropéndola, dejando la sensación en el lector de que las diferencias entre ellos ya no existen y que quizá se reencuentren en la máquina del tiempo.
El amor en tiempos de la psicosis

El amor en tiempos de la psicosis
Este es un breve comentario sobre el sentido dramático de la obra “4:48 Psicosis”, de la dramaturga británica Sarah Kane, con un enfoque desde el texto y el contexto. Fue realizado como parte de mi proceso formativo en dramaturgia, en el Espacio Permanente de Formación en Escritura Dramática «Didascalia», que facilitan Jorgelina Cerritos y Los del Quinto Piso.
Por René Figueroa
¿Se es capaz de amar desde un estado psicótico? En términos simples, la psicosis es un estado mental en el que se ha perdido cierto contacto con la realidad. En el texto “4:48 Psicosis”, de Sarah Kane, la autora nos presenta a un personaje que vive en esta condición, entre confusiones, arrebatos e intentos suicidas, pero también nos plantea a una mujer que ama o ha amado a uno de los médicos que la atienden, sin haber sido correspondida. ¿Es real este amor o ha sido producto de su vulnerabilidad, dada su condición?
De entrada, la autora nos plantea un enredo textual, en clave poética, que nos deja sin aliento al leerlo, nos genera una atmósfera de asfixia literal, pero también una asfixia del pensamiento. Se nos va mostrando un personaje, en el contexto de una institución mental, en negación de su ser, en sufrimiento y con pensamientos erráticos y desgarradores. La autora hace un uso del texto escrito para ir produciendo efectos dramáticos en la lectura. Por ejemplo, hay un traslado de lo errático del personaje, al lector, por medio de los números, cuando en las primeras páginas se nos presenta una serie de números que no tienen una secuencia lógica, apareciendo desordenados en la página y en un orden descendente, a partir del 100; en cambio, hacia el final del texto, nos presenta un momento de lucidez del personaje, y mediante los números, nuevamente, nos traslada a la coherencia del personaje, por medio de una secuencia numérica descendente en la que se va restando 7 a partir del número 100 (100, 93, 86, 79, 72, etc.), que es un test rápido para evaluar la cordura, usado en psiquiatría. La autora propone una especie de montaña rusa de emociones que dosifica la tensión dramática, a veces desde lo poético, a veces desde el diálogo, y a veces desde la sonoridad y el ritmo, como cuando usa toda una página con combinaciones de palabras como “luz, tajo, paf, aplicar, retorcer, quemo, etc.” (que en el idioma original de la obra, el inglés, nos remite a un método conocido como Movimento Laban, recomendado para mejorar el nivel de interpretación de actores), generando en el lector una repetición de palabras, que propician sensaciones de lo caótico, lo enérgico, lo compulsivo, y hasta quizá de lo convulsivo, que puede llegar a ser una persona en estado psicótico. Desde el lenguaje poético se vislumbran trazas del discurso autoral, con críticas o posicionamientos hacia los doctores, a la familia, a la religión, a la sexualidad, a la discriminación, al suicidio, entre otros. Los diálogos, reveladores sí, pero sin la carga poética, permiten mantener el interés, mediante esta historia de amor no correspondido entre el personaje principal y un médico, dejando entrever que, además de la condición médica en sí y lo duro de la sintomatología y de los tratamientos, esa no correspondencia incide en los momentos en los que se produce el deseo de la muerte en la protagonista. La protagonista parece ver en el médico una tabla de salvación, quizá de ahí proviene el supuesto amor, y la no correspondencia no solo llega desde lo sentimental, sino también desde lo profesional, ya que la medicina no logra esa cura tan ansiada. Se produce entonces una dualidad: la paciente no desea morir, pero, a falta de progresos en su condición y a su despecho, sí desea morir, constituyéndose esto en un círculo vicioso, que solo puede conducir a una salida trágica, para la cual todos los días se abre una ventana de tiempo a las 4:48 am, justo cuando no hay nadie que pueda abrirnos la cortina para ver la luz del nuevo día.
De parecidos y olvidos

De parecidos y olvidos
Este es un breve comentario sobre el sentido dramático de la obra “Atando cabos”, de la dramaturga argentina Griselda Gambaro, con un enfoque desde la fábula y el discurso autoral. Fue realizado como parte de mi proceso formativo en dramaturgia, en el Espacio Permanente de Formación en Escritura Dramática «Didascalia», que facilitan Jorgelina Cerritos y Los del Quinto Piso.
Por René Figueroa
¿Decirle a alguien que parece un poco militar cae ya en la categoría de insulto? Para Elisa, la protagonista de “Atando cabos”, por lo menos en principio, es una señal sobre la que hay que tener cuidado. Este texto es el clásico ejemplo de cómo se puede componer un texto dramático a partir de la fabulación de una historia de ficción, para posicionar de manera contundente un discurso autoral adosado a un hecho histórico. Gambaro se inventa la historia de un naufragio, la cual introduce mediante un coqueteo que capta nuestra atención, para, al final, restregarnos en la cara la corta memoria histórica de la que padece nuestra sociedad, pero, al mismo tiempo, contagiarnos de una buena dosis de coraje para evitar que lleguemos al despreciado olvido.
Dos veces le dice Elisa a Martín que parece un poco militar, pero a pesar de eso ella ha accedido a hablar con él, ¿será que con sus atenciones él ha hecho que ella gane confianza o es que ella, al creer que es un militar, ha decidido dejar que él se le acerque, para así poder descargar la furia que su memoria le permita conservar?
Si leemos llanamente el texto, la historia es simple: dos personas socializan durante un naufragio, llegando a establecer un vínculo mínimo que les permite hablar de su pasado. Sin embargo, la autora nos va desvelando, poco a poco, pistas de sus verdaderas intenciones, empezando por la dedicatoria: “A los chicos de la noche de los lápices”, en alusión a un grupo de estudiantes que fueron víctimas mortales de hechos represivos de la dictadura argentina, en 1976. Luego, se menciona el parecido a militar que tiene Martín, dejando en el lector un olor a pólvora, que se reitera en otra parte del texto. Los personajes, entonces, empiezan a representar, por un lado, Elisa, a las víctimas, y, por el otro, Martín, a los victimarios. La tensión en la fábula, inicialmente, va creciendo en torno al naufragio en alta mar, el choque, el chaleco salvavidas, el escape en balsa, el racionamiento del agua y la comida, la llegada de la noche, el miedo de Martín; luego, se traslada a la plática: Martín se cansa de escuchar hablar a Elisa, pero no es tanto porque ella hable mucho, sino por lo que dice, mejor dicho, por lo que ella “denuncia”, con relación a la muerte de su hija. En este ir y venir de palabras, Martín va cayendo en esa trampa con la que Elisa pretende quizá descargar su furia, así, el pez va muriendo por su boca, y al verse descubierto en el conocimiento que tiene sobre ciertos hechos, su excusa es que ha caído en la cuenta de eso porque ha ido atando cabos. Así, la tensión dramática crece hasta explotar, cuando, ya hacia el final, la autora introduce hechos del pasado ficcional que son perfectamente identificables como hechos históricos reales, para un argentino, al contarle a Martín que su hija se juntó con otros chicos para una necedad, que era una rebaja del omnibús o algo así. Para alguien ajeno ese país, esto solo representaría un hecho más del pasado de Elisa, pero, en realidad, desde acá se va configurando el cierre del discurso de la autora, que más adelante pone en boca de Elisa, cuando le dice a Martín: “No contar con mi resignación es su fracaso. No conseguir borrar mi memoria, su naufragio. En esta tierra que transito usted no puede vivir. En estas aguas, usted no sabe nadar”. Así, la autora ha construido, dentro de esa fábula, un personaje que nos invita a evitar el olvido y preservar la memoria histórica, como un hecho reivindicativo.
Iba por el teatro, y encontré el río.

El sábado pasado iba en el plan de darle cobertura fotográfica a un evento teatral comunitario, presentado por el grupo «Teatro Tuhuapán», que forma parte del Colectivo Alcapate. La puesta en escena es el proyecto ganador del Premio Ovación 2021, que entregó el Teatro Luis Poma a Óscar Guardado, Astrid Francia, Marco Paiz y Karla Coreas, el año pasado.
Sabía que haríamos un recorrido por la zona, visitaríamos un santuario en un nacimiento de agua, pero no tenía del todo claro si nos llevarían hasta el lecho del Río Sensunapán, por cuestiones de tiempo. La comunidad ha estado luchando durante años por este río, y en la actualidad mantienen una campaña para decirle «no» a la octava hidroeléctrica (#LaOctavaNoVa).
Desde hace dos meses estoy en terapia cognitiva conductual, debido a una recaída, después de 13 años, de un trastorno de pánico agorafóbico. La caminata y el terreno escabroso sometieron a mi cuerpo a una carga física a la que no estoy acostumbrado. Hubo un momento de la caminata, justo antes de llegar al lecho del río, en el que sentí que las piernas me flaquearon y decidí ya no bajar, temiendo que mi cuerpo no resistiera y que eso me fuera causar un ataque de pánico. Pero después de pensarlo un momento, y decirme que ya estaba a pocos pasos, retomé el camino y terminé llegando al río. Por supuesto, fueron muy gratificantes el paisaje visual, la referencia auditiva del caudal, la compañía de los amigos y el respirar ese aire puro de la zona, pero la energía del río fue imponente.

Lo que faltaba era regresar: piernas cansadas, mascarilla, el arnés con 12 lbs de equipo fotográfico y el terreno con gran pendiente. Por suerte, un colaborador del colectivo se ofreció a ayudarme a cargar el arnés. El regreso estuvo pesado, pero mi cuerpo lo resistió. Llegamos al sitio donde se llevaría acabo la representación teatral, tras la cual hubo una invocación indígena de los 4 rumbos, comida típica de la zona y venta de artesanías.
Para mí, que estoy justo a media terapia debido al trastorno de pánico, la reacción de mi cuerpo fue reveladora, y esto, sumado al ambiente espiritual, natural, artístico, cultural y amistoso de todo el evento, tuvo un efecto sanador ante esos monstruos que me habitan la cabeza. Fue un golpe de luz en medio de esa oscuridad, que, sin duda alguna, será de una gran ayuda en todo mi proceso para recuperar mi libertad mental.
Les comparto algunas fotos de todo el evento en este enlace.
Juego literario, por el Día Mundial del Teatro.
De viajar a Cuba y no tomar fotografías.
Estoy haciendo mucho drama al decir «no tomar fotografías», pero fue casi la realidad de mi reciente viaje de 4 días a La Habana. Tenía que llegar a la inauguración de la muestra fotográfica internacional «Caleidoscopio 2017: La Calle, la piel desnuda de la sociedad«, a las 5:00 P. M. del 25 de mayo de 2018, en el Museo Casa de Simón Bolívar. Viajaba el mismo día 25, la salida del vuelo desde San Salvador se retrasó por motivos de «actualización del software de navegación», según anunciaron por el altavoz, como si no fuera suficiente el mero hecho de volar, para sentir que uno se entrega a la muerte en cada vuelo. Llegué a La Habana con una hora de retraso, en aduanas me revisaron la maleta porque declaré que llevaba libros, lo que me causó un retraso adicional, pero logré llegar a tiempo al evento, aunque, justo a una cuadra de entrar al lugar, comenzó a llover fuerte, y eso sería solo el inicio.

El maestro mexicano Adrián Fierro, en la inauguración de la muestra.
Antes de continuar, debo aclarar que este ha sido mi segundo viaje en el que solo llevo cámara análoga (de rollo), esta vez llevé mi Leicaflex SL y la Yashica Lynx 5000 E, la primera para rollos en blanco y negro y la segunda para rollos a color. Llevaba 4 rollos blanco y negro (Fomapan 400) y 2 rollos a color (Superia Xtra 400), suficientes para el corto tiempo de mi estadía.

Mis compañeras de viaje.
Al día siguiente de mi llegada me reuní con mi gran amigo cubano Racso Morejón, periodista, poeta y fotógrafo, para ir a recorrer (patear, como diría él) La Habana Vieja profunda. Sorpresa: estaba lloviendo. Y continuó lloviendo todo el día, y todo el fin de semana, por supuesto, no nos paramos, pero en esas condiciones era casi un milagro hacer una que otra foto. Esperábamos los escasos momentos de poca lluvia para avanzar y hacer cuadros, el resto del tiempo era esperar bajo el techito de alguna casa o de algún almacén y solo quedaba imaginar las fotos. Mi mayor limitante fue, precisamente, la cámara de rollo, porque es más delicado que se moje y no llevé funda impermeable, lo admito: grave error. Pero, es que no es normal que haya temporal en Cuba en estos días, lluvias aisladas sí, pero no diluvio. Tuve que improvisar una funda impermeable, por supuesto, pero no fue suficiente. Aprendí algo: cuando llueve con sol, en Cuba dicen que «se casa la hija del Diablo», en El Salvador decimos «está pariendo la venada» ( o su plural). ¡Cosa más grande la vida, chico!

Funda impermeable, de última generación. (Foto: Racso Morejón)
La tormenta «Alberto», según me entero ya de regreso en El Salvador, ha ocasionado graves daños en las zonas rurales de Cuba, y eso que aún no ha empezado la temporada de huracanes.
Hice pocas fotos, en color logré terminar 2 rollos entre fotos turista, de amistades y de teatro, en blanco y negro solo hice unas 20 fotos, ni siquiera me acabé un rollo, pero a este momento, las blanco y negro aún no están reveladas. Tuve la suerte de poder asistir a 2 obras de teatro y logré hacer algunas fotos, forzando la cámara, ya que solo andaba rollo de ASA 400, y, en fotografía de artes escénicas, eso equivale casi a andar ciego.
Por supuesto, lo mejor del viaje fue encontrarme con mi gente querida y compartir momentos inolvidables con ellos. Viajar a Cuba y no hacer fotografías no es tan malo cuando se tiene a la mano la amistad. Para hacer fotos ya habrá nuevas oportunidades, eso es lo de menos.
Actualización, 31 de mayo de 2018: ya están reveladas las fotos en blanco y negro.
¿Psicosis salvadoreña?
Hace una semana, a esta hora, aún estaba en el aeropuerto «Jorge Chávez», de Lima, Perú, esperando abordar mi vuelo hacia El Salvador ( Por cierto, en este aeropuerto es imperdible probar las rodajas de pastel de zanahoria, son una delicia). Durante toda la semana había estado en Argentina, 5 días en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, participando como poeta invitado, en un Festival Internacional de Poesía, y otros 3 días en Buenos Aires, aprovechando el viaje.
El caso de lo que he dado en llamar «la psicosis salvadoreña» me pasó en Buenos Aires. Había decidido ir a una función al mismísimo «Teatro Colón«, a las 8 de la noche, estaba hospedado a unas 7 cuadras, y pude caminar tranquilamente hacia el teatro a eso de las 7:30 PM. Por supuesto, antes de entrar, hice las fotos de rigor, tipo turista.
Ya adentro del teatro, justo antes de entrar a las butacas, una de las acomodadoras me pidió que dejara mi mochila en los casilleros, dijo que me iban a dar un número para reclamar la mochila a la salida, y entré en pánico. En la mochila andaba todo mi equipo fotográfico, y no estaba dispuesto a dejarla en un casillero. Es aquí donde entra en juego la «psicosis salvadoreña»: en El Salvador sería totalmente improbable dejar en un casillero de un almacén, el súper, o donde fuera, mi mochila cargada con equipo fotográfico, por las razones que todos los salvadoreños conocemos. ¿Qué hice?
Hice el intento de convencer a la acomodadora, pero insistió que no era posible. Me decía que, por ejemplo, habían llegado grandes músicos que habían dejado sus caros y amados violines en el casillero, y que si entendía yo qué significaba para un músico dejar su instrumento (¡por supuesto que lo entiendo!) Luego pasé a explicar mi situación: soy un salvadoreño que no pudo dejar su psicosis por la delincuencia en El Salvador, y que al dejar la mochila en el casillero, aunque yo sabía que iba a estar segura, no iba a disfrutar tranquilamente del espectáculo por estar pensando en la mochila, pero me insistió en que no era posible, por lo que le dije que, en ese caso, prefería abandonar el teatro. En ese momento apareció una señora que parecía ser la jefa de las acomodadoras, me explicó lo mismo, y le expliqué lo mismo.
Para mi suerte, creo que el hecho de estar dispuesto a abandonar el teatro hizo que la jefa se compadeciera de mí, y me dijo que iba a hacer una excepción, y me dejó quedarme con la mochila, pero, me advirtió que no podía hacer fotos del espectáculo, sólo podía hacer fotos del teatro, mientras la función no iniciara, y yo fui muy obediente, y se lo agradecí infinitamente.
Es triste, pero, es nuestra realidad, y es difícil no cargar con ella adonde quiera que vayamos.
¡Buena luz!
«Domingos en la mañana».
El fin de semana pasado tuve la suerte de cubrir, por cuarto año consecutivo, el Festival Artístico Chalateco y el Festival del Maíz, que realiza la Asociación Tiempos Nuevos Teatro, en San Antonio Los Ranchos, Chalatenango. Pueden ver una selección de fotos del festival en este enlace, sin embargo, esta publicación no trata directamente del Festival.
El Festival dura 3 días, de viernes a domingo, como fotógrafo, tengo la responsabilidad de cubrir cada una de las actividades que se llevan a cabo, y de entregar una selección de fotos cada día, por lo que el tiempo se pasa entre hacer fotos y editarlas.
El domingo pasado, por motivos de fuerza mayor, se canceló un evento que iba a ser durante la mañana, entonces, prácticamente quedé libre después del desayuno. Aproveché para ir a descansar un rato en la casa de huéspedes en la que me estaba alojando. Al llegar a la casa me encontré a un grupo de jóvenes que estaban ensayando una escena de teatro, y, en lugar de irme a descansar, me quedé viendo su ensayo, y aproveché para hacerles algunas fotos. La temática era sobre la violencia hacia la mujer, y se percibía que era una creación colectiva original, lo cual me fue confirmado más tarde.
Cuando ellos terminaron de ensayar me explicaron que se trataba de un proyecto para presentarlo en la universidad el día martes siguiente. Uno de ellos, Oscar Castillo, me preguntó si tenía algún comentario sobre su ensayo. Les dije que estaba muy emocionado y, sobre todo, conmovido. Conmovido porque estaba viendo, y viviendo, precisamente de lo que se trata el proyecto cultural de la Asociación Tiempos Nuevos Teatro: que los niños y jóvenes busquen expresarse a través del arte. Los felicité por estar ensayando una obra de teatro, un domingo por la mañana, temprano, en lugar de estar durmiendo, como mucha gente. Les dije que ojalá y pudieran presentar ese trabajo, algún día, en San Salvador, que los apoyaba, e incluso, a manera de broma, les di una idea de cómo podrían llamarse: grupo de teatro «Domingos en la mañana».
Si estos casos se replicaran, y se multiplicaran, a lo largo y ancho de nuestro país, las cosas quizá estarían menos mal.
Lamentablemente no pude asistir a la presentación del día martes, pero, por lo que vi en el ensayo, sé que lo hicieron muy bien. Estas cosas pasan, a 90 Km de San Salvador, estas cosas deben visibilizarse, estas cosas deben movernos, y conmovernos. Nuevamente, ¡felicidades muchachos!
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Lilith. (Obra de Teatro)
Les recomiendo que se den una vuelta por el Cine Teatro Universitario, de la UES a ver la obra «Lilith, la primera mujer hecha de barro», dirigida por César Pineda y con el elenco de teatro de la UES.
Les dejo un set de fotos, para que se animen.
Se estará presentando en el campus de la universidad, el jueves 14 y el viernes 15 de junio, de 2012, en funciones a las 10:00 AM y a las 5:00PM, La entrada es gratis.
10 consejos para hacer fotografías de Teatro.
En la fotografía de obras teatrales el fotógrafo no tiene el control de la iluminación, ésta ha sido previamente diseñada por el director artístico de la obra. Tampoco se tiene control sobre la disposición de los elementos de la escenografía y, mucho menos, sobre la ubicación, gestos, expresión corporal o movimiento de los actores, todo está listo para ser fotografiado. El crédito por la iluminación no es para el fotógrafo, el fotógrafo nada más recurre a sus técnicas en el manejo de la cámara para dar ciertos efectos de iluminación. Con cierta frecuencia algunos amigos me piden que les dé consejos para hacer fotos de teatro, por eso he querido escribir acá mi experiencia al hacer ese tipo de fotos. El artículo va dedicado a fotógrafos entusiastas que saben usar la cámara en modo manual pero que tienen dudas al momento de hacer este tipo de fotos, no para profesionales que ya tienen sus maneras propias, la mía sólo es una manera más, no la única. Sin embargo, para seguir muchos de los tips que aquí voy a exponer, se necesita que el fotógrafo use una cámara DSLR Réflex y no una cámara Point&Shot. Después de fotografiar más de 230 obras de teatro en los últimos 7 años, puedo decir que la cosa no es tan complicada, simplemente tiene su modo.
1. En las salas de Teatro no está permitido tomar fotos con flash, pero, eso realmente no es relevante porque si se desea obtener buenos resultados en las fotos, lo primero es no disparar con flash. Una recomendación importante es eliminar en la cámara el uso del haz de luz auxiliar para enfoque (una luz roja o algunas veces blanca que emite la cámara cuando las condiciones son muy oscuras), esto debe hacerse por respeto a los actores, ya que ellos pueden ver perfectamente esa luz desde el escenario y los distrae. También por cuestiones de respeto, tanto al público como a los actores, no es conveniente pasearse en toda la sala para hacer fotos, lo adecuado es adoptar una sola posición estratégica y tratar de no moverse, y si se hace hay que hacerlo con mucha delicadeza. Preferiblemente se debe optar por posiciones laterales, porque la visión desde el frente será de las más recordadas por el público y las fotos serán repetitivas de lo que ya se vio en escena y no se desea eso.
2. Es imperativo desactivar los disparos en ráfaga y hacer disparos solitarios bien pensados. Se debe asegurar bien la cámara en las manos para evitar al máximo las fotos movidas, las condiciones de luz normalmente son malas (poca luz) y eso implica utilizar velocidades de obturación muy bajas. Al momento de disparar, recomiendo contener la respiración.
3. Ajustes de la cámara. La medición de la luz que hace la cámara debemos ajustarla a “medición puntual”, ojo, no con preponderancia al centro, sino “puntual”, esto ayudará de sobre manera para obtener la exposición correcta. Se debe usar la cámara en modo totalmente manual. Recomiendo usar el máximo ISO que nos permite nuestra cámara sin darnos ruido y la mayor abertura que permiten los lentes que se usen. En mi caso, utilizo un ISO 1600 y he utilizado por mucho s años un telefoto con estabilizador de imagen de 55-250 mm, con un valor de f que va de 4 a 5.6, sin embargo en la actualidad un objetivo 70-200 IS con f 2.8. Un factor importante es el balance de blancos. Mi recomendación es que hagan las fotos en formato RAW y que usen el balance de blancos en modo automático, para que en el revelado del archivo RAW puedan ajustar el balance de blancos, de esta manera se tiene una preocupación menos al momento de estar en la sala haciendo fotos. Es importante recordar cómo se ven los colores en las escenas para que, en el programa de revelado, se traten de reproducir esos colores al usar un balance blancos adecuado. Las fotos amarillentas o muy saturadas de color, normalmente son producto de un balance de blancos incorrecto. Les dejo un ejemplo:

Arriba: colores saturados y amarillentos o rojizos. Abajo: colores más naturales. Obra: Los Melindres de Belisa.
4. El lente a usar dependerá principalmente del tamaño de la sala. Yo casi siempre uso el 28-135mm y el 70-200 (antes usaba el 55-250 mm), para planos generales y detalles, respectivamente. No olviden llevar cargadas las baterías y llevar memoria suficiente.
5. Una vez definidos el ISO mayor y el f menor, en mi caso ISO 1600 y f 2.8 (antes usaba f 4 a 5.6), las velocidades rondarán entre 1/15 a 1/400. En tonos azules, verdes y rojos, la velocidad puede variar desde 1/15 hasta 1/40. Para luces amarillas, anaranjadas o ámbar, la velocidad puede oscilar entre 1/40 a 1/100, aproximadamente. Y para luz blanca, las velocidades pueden oscilar ente 1/125 hasta 1/400. Por supuesto se debe hacer pruebas rápidas para ir estableciendo la velocidad de cada tono de luz y memorizarlas para luego sólo ir variando la velocidad a medida que las luces cambian, esto ahorrará tiempo. Con la práctica será muy intuitivo el valor de velocidad que se usará y se harán pocos ajustes en el camino. Personalmente nunca he necesitado un monopie, mucho menos un trípode, para hacer fotos de teatro, por lo tanto, creo que son herramientas que sólo servirán de estorbo. Siempre utilizo el enfoque automático porque esto ahorra tiempo.
6. Mi opinión es que, para hacer fotos de Teatro, se debe procurar hacer tomas que no repitan lo que los ojos de los espectadores están viendo durante la presentación. Se debe buscar ciertos encuadres, ciertos ángulos y ciertos detalles que no estén al alcance del espectador, y, así, hacer nuestras fotos más interesantes. No siempre se logra, pero es nuestro deber como fotógrafos buscar al menos unas pocas fotos que no sean repetitivas de la puesta en escena. Es importante que busquemos los momentos decisivos de las actuaciones. De nada sirve fotografiar actores que no transmitan una acción. En la siguiente imagen, el actor fue capturado en el aire.
7. Pónganse creativos. Recomiendo usar efectos de movimiento en las fotos, lo que dará una visión diferente a las fotografías. También se debe estar atento a las proyecciones de sombras y contraluces, muchas veces un claroscuro puede ser más fuerte que una toma con luz plana. Los detalles, manos, pies, partes del rostro, expresiones, la utilería, el vestuario, pueden dar una foto diferente, una foto que sorprenda. El enfoque selectivo es una técnica que no puede faltar.
8. Hay personas que prefieren ir a ver la obra primero y luego ir a fotografiarla. No estoy de acuerdo, creo que es una pérdida de tiempo. Si estamos dispuestos a ir 2 veces a la obra, pues, entonces, recomiendo aprovechar la primera vez para ensayar las velocidades, que es la parte más complicada, y, así, la siguiente vez ya sabremos qué velocidades usar y se puede dedicar más tiempo a captar imágenes.
9. No todo es color y luz en las fotos de teatro. Es importante que no olviden la composición de la foto, al menos recordar la famosa regla de los tercios, es lo mínimo que se puede pedir. Sin embargo, el uso de otras técnicas de composición como líneas, puntos de fuga, contrastes, patrones, elemento faltante o diferente, entre muchas otras, debe ser algo a tener en cuenta.
10. Por último, la paciencia será siempre una aliada. Si no se obtienen buenos resultados, pueden ir a la siguiente función. Aunque siempre es agradable hacer fotos del estreno de una obra, hay que tomar en cuenta que, en la mayoría de los casos, hay cierto nerviosismo y los actores pueden no dar su mejor función, por lo que no será mala idea hacer otras fotos de la misma obra al final de la temporada de funciones, seguramente, para entonces, los personajes habrán crecido y tendremos imágenes más frescas y espontáneas. Para ver una recopilación de fotos de todas las obras que he fotografiado, hasta esta fecha, les recomiendo visitar esta página: «Teatro en El Salvador». ¡Buena luz! ЃÔר