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¡¿Qué pasó con los Facebook Live?!

El 17 de marzo de este año, casi a manera de juego, publiqué que, si se conectaban al menos 20 personas, iba a hacer una lectura de mis poemas en un Facebook Live. Era la primera vez que hacía uno, y lo hice porque en ese momento estaba empezando a gestarse el movimiento de #quédateencasa, debido a la pandemia. Para mi sorpresa, unas 60 personas me escribieron diciendo que sí se iban a conectar y lo llevé acabo. Para mi mayor sorpresa, se conectaron unas 100 personas (pico) y se mantuvieron unas 70 personas hasta el final. Los resultados finales fueron los siguientes: 1,300 reproducciones, 307 comentarios, 168 likes, 88 me encanta y 2 me divierte (jaja), como puede verse en la imagen de arriba.
En la medida fue pasando el tiempo, los recitales de poesía por ese medio se fueron haciendo cada vez más y más frecuentes, y al mismo tiempo fueron perdiendo audiencia. Lo pude comprobar, en carne propia, cuando ya ahí por julio, quizás, volví a preguntar que quiénes se apuntarían a una nueva lectura de mis poemas y solo tuve un par de respuestas, por lo que no la llevé a cabo.
Las lecturas de poesía nunca han atraído a grandes cantidades de público, he visto cancelarse recitales presenciales porque no llegó nadie o casos en los que solo aparecen unas 5 personas. Incluso, he visto recitales de poetas ya consagrados a los que apenas llegan unas 30 personas, lo cual se considera un rotundo éxito, en el medio poético. Y esto no solo pasa en El Salvador, he tenido la oportunidad de asistir a 12 festivales de poesía en varios países de latinoamérica, y la situación no es muy diferente.
Recientemente, tanto en nuestro país como en otros, he visto no pocos recitales gratuitos, por Facebook Live, con 5 personas conectadas, esfuerzos que, incluso, han presentado a poetas de varios países, y el resultado ha sido el mismo. Y esto se ha ido expandiendo a otras ramas, también. Por ejemplo, en septiembre, tuvimos la oportunidad de organizar, para el Club de Fotografía de El Salvador ASA200, una serie de 10 conversatorios gratuitos sobre fotografía, en el que participaron fotógrafos de varios países, y en el mejor de los casos logramos 100 personas conectadas y en el peor, unas 25 personas conectadas. ¡¡Ni siquiera pudimos lograr un 100% de asistencia de nuestros propios socios!! Increíble.
Entonces, ¿qué pasó con los Facebook Live?
Bueno, mi respuesta es que el público simplemente se aburrió de una oferta excesiva de recitales (y de otras tantas actividades artísticas). Sin embargo, creo que sí hubo un momento, especialmente durante los primeros meses de la pandemia, en el que todos las propuestas que se hicieron desde Facebook Live fueron honestamente valoradas y bien recibidas por el público. Por eso, a 8 meses de ese Facebook Live: muchas gracias a los que me acompañaron ese día.
Un abrazo.
Les comparto el video:
Juana Pavón: la historia detrás del retrato.
Antes que nada, deseo aclarar que esto no se trata de un reclamo económico ni de derechos de autor, simplemente se trata de la historia detrás de este retrato.
La reconocida poeta hondureña Juana Pavón, mejor conocida como «Juana la loca» murió el 28 de marzo de este año. El retrato de arriba se lo hice el 31 de marzo de 2017, casi exactamente dos años antes de su muerte. Para los curiosos de lo técnico, los parámetros de la foto son: ISO 3200, f 2.8, v 1/40 s, con un lente 50 mm y la Canon 5D-Mark II.
Esta semana, del 5 al 9 de noviembre de 2019, visité nuevamente Tegucigalpa, Honduras, contratado para darle cobertura fotográfica a las funciones de la obra «TOC TOC», producida por el Teatro Luis Poma, en el marco de la Muestra Centroamericana de Teatro, en la Casa del Teatro Memorias. En uno de mis tiempos libres, unos buenos amigos teatreros me invitaron al bello pueblo «Valle de Ángeles» (por cierto ahí me tomaron esta foto). En una amena charla, café en mano, salió a la plática el tema de «Juana la loca», y surgieron las anécdotas que siempre ratifican por qué le decían así. Mi amigo hondureño Edgar Valeriano, hombre de teatro, me dijo que aquella foto que yo le había tomado a «Juana», 2 años atrás, había sido difundida ampliamente por los principales medios de prensa, de Honduras, cuando reportaron la muerte de la poeta. Yo supe de la muerte de la poeta, el mismo día, y 3 días después publique en mi perfil de Facebook el retrato de arriba. La primera vez que había publicado el retrato fue en abril de 2017, siempre en Facebook, tan solo unos días después de haberlo realizado.
Lo que nunca llegué a saber, hasta ayer, es el alcance que había tenido la difusión del retrato, por parte de los medios hondureños. Hoy, ya de regreso en El Salvador, busqué en «Google» la noticia, únicamente revisé las primeras 4 páginas de resultados y, para mi sorpresa, obtuve enlaces de 15 medios de prensa, que, efectivamente, usaron la fotografía. Para los más curiosos, acá comparto los enlaces:
https://televisur.com/muere-la-poeta-juana-la-loca-a-los-74-anos-de-edad/
https://tiempo.hn/muere-la-reconocida-poetisa-juana-la-loca/
https://hondudiario.com/2019/03/28/muere-juana-la-loca-poeta-nacional/
https://proceso.hn/salud/5-salud-y-sociedad/fallece-la-conocida-poetisa-hondurena-juana-la-loca.html
http://www.elpais.hn/2019/03/28/fallece-poeta-hondurena-conocida-como-juana-la-loca/
http://www.gotv.hn/rev_muere_juana_pavon_la-poeta_hondurena_que_no_pudo_vencer_el_cancer/
http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/resumen/260901/fallece-destacada-poeta-hondurena/
http://www.palabradelmundo.cult.cu/2019/03/28/fallece-la-poeta-hondurena-juana-pavon-juana-la-loca/
https://iconosmag.com/categoria-sociedad/juana-pavon-poetisa-hondurena/
https://www.pressreader.com/honduras/diario-la-prensa/20190329/283450667759246
La historia detrás del retrato:
En 2017, el Grupo Teatral Bambú me invitó a darle cobertura fotográfica al Festival Internacional de las Artes Escénicas Bambú. En una de las coberturas, en las oficinas del Centro Cultural Bambú, me presentaron a «Juana» (antes ya me habían hablado mucho de ella), fue muy amable conmigo, cruzamos algunas palabras e inmediatamente le pregunté si podía hacerle un retrato. Ella estaba sentada en un sillón, fumando un cigarrillo, y me pareció que el fondo que tenía en ese momento era el indicado, por el multicolorido de sus pensamientos impredecibles, y decidí no moverla. Primero, hice un cuadro horizontal, cortando casi en sus rodillas, se miraba el sillón, su mano derecha, desenfocada, sosteniendo el cigarrillo y su otra mano sobre su pecho. Luego hice un encuadre vertical con, prácticamente, la misma pose que ella naturalmente había hecho. Mientras yo medía la luz y decidía los encuadres, le sacaba plática y ella me respondía. Me habían presentado ante ella como salvadoreño y me preguntó por Beatriz Alcaine, una amiga artista y gestora cultural salvadoreña (quien fue propietaria de La Luna Casa & Arte), a quien «Juana», según me dijo en esa plática, le guardaba muchísimo cariño. En uno de esos momentos, me dijo que le mandaba un beso a Beatriz y muchos saludos, y tiró el beso a la cámara, que es la acción que quedó registrada en el retrato que decidí seleccionar para publicar. Por supuesto, le expresé a Beatriz el encargo de «Juana».
Cuando se está frente a un personaje de tal magnitud no hay que dudar y hay que proceder a la brevedad a realizar la fotografía, quién quita que sea el último retrato que le hagan a esa persona. No sé si el mío fue el último retrato que le hicieron a «Juana la loca» o si, eventualmente, se volverá icónico, eso no es relevante. Lo que me resulta satisfactorio es que tuve la suerte de conocer, de primera mano, la historia detrás de ese gesto.
Poeta y fotógrafo en Cartagena de Indias, Colombia.
Este es un post de 2012 que se quedó en borrador y nunca fue publicado. Lo publico 4 años y medio después.
El miedo a volar, debido a mi claustrofobia y no en sí a la altura ni a la posibilidad de que se estrelle el avión, lo he tenido desde que tengo recuerdos. Cuando confirmé mi participación al XVI Festival Internacional de Poesía de Cartagena de Indias, Colombia, en mayo de este año (2012), supe que tenía que enfrentarme al hecho de volar. Empecé a hacer preguntas a viajeros frecuentes, a un ex piloto conocido, a navegar en internet hasta que llegué a parar a un blog en el que un piloto retirado, residente en España, se dedica a ayudar a las personas a quitarse ese miedo. Lo contacté y muy amablemente me respondió todas mis inquietudes y con eso disminuyó casi en su totalidad mi temor al vuelo, de tal manera que, llegado el día de salir hacia Cartagena, todo fue bien. De hecho, le sentí tanto gusto a volar que no me aguanto por hacerlo de nuevo.
Mi misión en Cartagena era compartir mis textos en el Festival Internacional de Poesía y, por supuesto, aprovechar para hacer otra de mis pasiones: la fotografía. Al llegar a mi destino recordé nuestra Ciudad de San Miguel, por el calor que hace en Cartagena. A manera de broma puedo decir que hay que llevar un presupuesto especial para agua, porque hay que hidratarse continuamente y, además, porque el agua es cara, aproximadamente $1.40 por botella, la misma botella que en San Antonio Los Ranchos, Chalatenango, cuesta $0.40.
Cartagena es una ciudad que tiene a sus pies el mar. Desde al aire se percibe un contraste arquitectónico entre la modernidad y lo colonial y ya en tierra firme, el contraste es evidente. Desde la Ciudad Amurallada (Ciudad Vieja) pueden verse las edificaciones modernas de una Cartagena que no tuve la oportunidad de caminar.
Internarse en la Ciudad Amurallada por primera vez es como ir por un laberinto, hay muchas edificaciones coloniales, muy coloridas, intervenidas con toques de modernidad por los negocios locales. Calles angostas y casas de dos niveles forman largos callejones que invitan a caminar y admirar los detalles de esta ciudad que alguna vez sirvió para esconder el oro proveniente de otras regiones conquistadas, según algunos residentes de Cartagena.
La belleza natural está a la orden del día y basta volver la vista hacia el poniente para sentir la cercanía de un mar que, seguramente, escucha a diario las preguntas de muchos.
Es imposible no correr por los callejones, al filo de las 6 de la tarde, para no perderse esos atardeceres tan intensos como los abrazos que propician la noche.
Como en cualquier parte del mundo, siempre hay dos caras. La periferia de Cartagena parece como cualquier barrio el centro de San Salvador, con todas sus estampas.
Lo que me trajo a esta ciudad fue «la palabra». Sobre mi participación en el XVI Festival Internacional de Poesía de Cartagena de Indias, puedo decir que fue un Festival bastante íntimo y muy rico en poesía y en poetas. La hospitalidad de los Cartageneros es de primera, siempre hubo alguien dispuesto a ayudar, a orientar y a contar las historias de su ciudad.
UPDATE MAYO 2017: El miedo a volar se convirtió en pasión por volar.
¿Psicosis salvadoreña?
Hace una semana, a esta hora, aún estaba en el aeropuerto «Jorge Chávez», de Lima, Perú, esperando abordar mi vuelo hacia El Salvador ( Por cierto, en este aeropuerto es imperdible probar las rodajas de pastel de zanahoria, son una delicia). Durante toda la semana había estado en Argentina, 5 días en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, participando como poeta invitado, en un Festival Internacional de Poesía, y otros 3 días en Buenos Aires, aprovechando el viaje.
El caso de lo que he dado en llamar «la psicosis salvadoreña» me pasó en Buenos Aires. Había decidido ir a una función al mismísimo «Teatro Colón«, a las 8 de la noche, estaba hospedado a unas 7 cuadras, y pude caminar tranquilamente hacia el teatro a eso de las 7:30 PM. Por supuesto, antes de entrar, hice las fotos de rigor, tipo turista.
Ya adentro del teatro, justo antes de entrar a las butacas, una de las acomodadoras me pidió que dejara mi mochila en los casilleros, dijo que me iban a dar un número para reclamar la mochila a la salida, y entré en pánico. En la mochila andaba todo mi equipo fotográfico, y no estaba dispuesto a dejarla en un casillero. Es aquí donde entra en juego la «psicosis salvadoreña»: en El Salvador sería totalmente improbable dejar en un casillero de un almacén, el súper, o donde fuera, mi mochila cargada con equipo fotográfico, por las razones que todos los salvadoreños conocemos. ¿Qué hice?
Hice el intento de convencer a la acomodadora, pero insistió que no era posible. Me decía que, por ejemplo, habían llegado grandes músicos que habían dejado sus caros y amados violines en el casillero, y que si entendía yo qué significaba para un músico dejar su instrumento (¡por supuesto que lo entiendo!) Luego pasé a explicar mi situación: soy un salvadoreño que no pudo dejar su psicosis por la delincuencia en El Salvador, y que al dejar la mochila en el casillero, aunque yo sabía que iba a estar segura, no iba a disfrutar tranquilamente del espectáculo por estar pensando en la mochila, pero me insistió en que no era posible, por lo que le dije que, en ese caso, prefería abandonar el teatro. En ese momento apareció una señora que parecía ser la jefa de las acomodadoras, me explicó lo mismo, y le expliqué lo mismo.
Para mi suerte, creo que el hecho de estar dispuesto a abandonar el teatro hizo que la jefa se compadeciera de mí, y me dijo que iba a hacer una excepción, y me dejó quedarme con la mochila, pero, me advirtió que no podía hacer fotos del espectáculo, sólo podía hacer fotos del teatro, mientras la función no iniciara, y yo fui muy obediente, y se lo agradecí infinitamente.
Es triste, pero, es nuestra realidad, y es difícil no cargar con ella adonde quiera que vayamos.
¡Buena luz!
¿Protagonista o espectador?
Hace algunos años hubo una campaña en un periódico que decía algo así como «¿Y tú, eres protagonista o espectador?», parecía un reto. Al leerlo de golpe daba pie a pensar que «YO debo ser un protagonista, no un espectador», como si se tratara de que ser protagonista es ser un ganador y ser un espectador es ser un perdedor. Claro, a nadie le gusta perder (excepto a algunos deportistas o algunas «misses» que no ganan competencias y salen en la televisión diciendo que lo importante era competir…»por favooooorrrr!!!», como diría un respetado médico forense).
Posiblemente la idea de la campaña era que asociáramos que permanecer como espectadores cuando nos pasan cosas malas no es lo más adecuado, sino que es mejor actuar para salir adelante, quizá la intención haya sido buena, no me consta. Y es que suena bonito decir de uno mismo: «yo soy protagonista, no un simple espectador», hasta en un tono ligeramente altanero, lleno de ego, quizá muchos alguna vez lo hemos dicho a quemarropa, sin pensarlo, pero, ¿es esto correcto? Veamos.
Yo, por ejemplo, puedo decir con certeza que fue a los 7 años de edad cuando decidí que quería estar arriba de un escenario tocando música en lugar de estar enfrente, escuchando o bailando. Fue en la época en la que aún estaba funcionando el famoso Teleférico de San Jacinto (el reino del pájaro y la nube) cuando con mi señor padre nos acercamos a escuchar a un grupo de cumbias que tocaba aquella canción que dice «Macorina pom pom, Macorina ponme la mano aquí», y, como el lugar estaba lleno, mi padre me llevó a un costado de los músicos y yo quedé a la par del tecladista; perfectamente podía asociar el movimiento de sus manos con la música que él ejecutaba y ahí quedé prendido. Tuve mi primer teclado a los 11 años y mi primera guitarra (de las de verdad, porque tenía unos pocos meses de edad cuando ya tenía una de juguete) a los 12 años. El resto es historia.
Puedo decir que he sido un protagonista cuando he estado frente a un público al formar parte de mi ex banda «La Pita» (R.I.P), o cuando estoy frente a un grupo de niños y voy a leerles mis poemas. Pero en otras muchas situaciones soy ese, mal dicho, «simple espectador» y no por eso es malo. Creo que cada quien es protagonista y espectador a la vez, son situaciones complementarias, ser protagonista no tiene sentido si no hay un espectador, si no existe esa persona que valida o invalida al protagonista, desde un punto de vista muy particular, y es, precisamente, ese poder en el que radica la importancia de ser espectador. A menudo se asocia a un protagonista con alguien que se dedica a alguna actividad artística o es parte del jet set, pero no es así.
Por ejemplo, en el caso de una mujer que ha tenido un parto distócico, su compañero de vida pudo ser un simple espectador durante el parto, a pesar de ser el Director de una prestigiosa Orquesta Sinfónica, mientras que el médico que atendió y resolvió positivamente el parto fue el protagonista en el procedimiento. Como este pueden haber muchos ejemplos.
Todo esto me viene a la mente porque casi siempre estamos pensando en primera persona, creo que deberíamos darnos un buen baño de agua fría al menos semanalmente. Por ejemplo, en la rama de la fotografía, una buena manera de mantener los pies en la tierra y dejar de pensar que nuestras fotos son las mejores del mundo es darse una vuelta por el sitio 500PX; ahora, si quieren darse un baño de agua fría pero con cubitos de hielo, entonces hay que darle un vistazo al sitio 1x.com
Entonces, ¿qué es mejor, ser protagonista o ser espectador? Pues ni lo uno ni lo otro. Lo mejor es que cada quien se dedique a hacer de la mejor manera posible lo que sabe hacer o lo que le gusta hacer, porque todos somos protagonistas en lo que hacemos y todos somos espectadores de lo que no hacemos.
Dos formas antagónicas de abordar un personaje en una historia.
Recientemente asistí a un taller de fotoperiodismo impartido por el ganador del premio Pullitzer 2013, Rodrigo Abd, en el marco de «El Foro Centroamericano de Periodismo», impulsado por «El Faro».

Rodrigo Abd, ganador del premio Pullitzer 2013, durante el taller que impartió en El Foro Centroamericano de Periodismo.
Durante la última jornada del taller, uno de los participantes, Rodrigo Dada, presentó una historia en la que expresa su paranoia y la falta de libertad que ha experimentado al desplazarse por las calles de El Salvador, después de residir durante 5 años en Europa. En sus fotografías, Rodrigo muestra imágenes de diversas partes del mundo, las cuales ha recorrido a través de Google Street, la peculiaridad de las imágenes que él ha fotografiado en su computadora es que presentan errores en el ensamblado realizado para lograr el efecto de navegación esférica a 360 º. Dentro de su historia, Rodrigo no incluyó imágenes de El Salvador, lo cual generó una polémica en el taller, principalmente por parte de algunos fotoperiodistas presentes que insistían en la necesidad de incluir fotos de El Salvador para que la historia estuviera debidamente contada.
El cuestionamiento sobre el trabajo de Rodrigo Dada era sobre por qué no incluir imágenes de El Salvador, si su paranoia y sensación de encierro es, precisamente, en El Salvador. Rodrigó manifestó que su propuesta no contemplaba incluir imágenes de El Salvador, y, desde mi punto de vista es una forma válida de abordar el tema.
Para contar una historia hay dos formas antagónicas de hacerlo: incluir explícitamente al personaje de la historia o mantenrlo oculto. El éxito, en cualquiera de los 2 casos, estará en si se hace adecuadamente el trabajo narrativo. En el caso de Rodrigo Dada, su personaje es esa paranoia y sensación de encierro que él experimenta por la situación delincuencial y violenta de nuestro país, y su decisión fue la de ocultar el personaje, es decir, mantenerlo «a la vista» de manera implícita.
Yo planteaba, en la discusión del taller, que, por ejemplo, cuando el poeta desea escribir un poema sobre la Luna, se plantea la siguiente pregunta: ¿incluyo la palabra Luna en el poema o la excluyo? En cualquiera de los dos casos se corre el riesgo de no contar bien la historia, en la primera, por exceso de información, y, en la segunda, por falta de información. Inmediatamente se me vinieron a la mente dos grandes poemas acerca de la Luna, abordados de esta manera antagónica. El primero, el «Romance de la Luna, Luna», de Federico García Lorca, y, el segundo, un fragmento del «Canto de Guerra de las Cosas», de Joaquín Pasos.
En el «Romance de la Luna, Luna», el poeta menciona a la Luna deliberadamente, y la belleza del poema radica en el ritmo y dulzura del canto que acompaña a las imágenes del poema :
Fragmento:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Por otro lado, en el «Canto de Guerra de las Cosas», el poeta no menciona a la Luna, sin embargo al detenerse en la lectura se llega a la conclusión de que nos está hablando de la Luna , sin mencionarla, y en este caso la riqueza es precisamente esa, la manera en que el poeta nos esconde la Luna para que el lector la descubra.
Fragmento:
No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos
de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las
de navegar.
Todas los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasmas de bandera para ser
pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba al viento parecía que flotaba el
viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si
fuera viniendo.
Subía, y luego bajaba hasta en medio de la multitud y
besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora
de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
Sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una
niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de
mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.
Debo decir que supe de la Luna contenida en estos versos de Joaquín Pasos a través de mi amigo músico y poeta Santiago Vásquez, quien comentó en una ocasión «es obvio que en el poema de Joaquín Pasos se habla de la Luna». Gran lección aprendida.
En fin, todo esto nos lleva a algo que quizá ya sabíamos: en cuestión de expresiones artísticas todo depende de la apreciación, no hay reglas, no hay fórmulas. Siempre y cuando se logre narrar adecuadamente, ¿qué más da si presentamos abiertamente o no al personaje de nuestra historia?
Les comparto una de mis fotos de la Luna.
Presentación de mi libro de poemas «La grieta».
Quedan cordialmente invitados para que me acompañen a la presentación de mi libro «La Grieta». El próximo martes, 29 de enero, a las 6 PM en el MUNA. 🙂
¿Qué es la poesía?
Con esta pregunta siempre se me han trabado las carretas.
Son tantos los maestros que han explicado qué es la poesía, que cada vez que me preguntan eso pienso que lo hacen con la intención de ponerme en aprietos, por no decir en ridículo (exagero un poco). He intentado dar alguna definición, pero, al intentar hacerlo, no puedo evitar recordar el famoso verso de Becquer: «poesía eres tú»; o el verso de Roque: «En su mirada había poesía» y ya no digamos la versión de la Real Academia de la Lengua Española: «Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa.». ¡Estoy perdido!
Con los ejemplos anteriores me ha bastado para desistir, desde hace tiempo, en el intento de definir la poesía, pareciera que ya está todo dicho, por lo tanto, de mi parte, sería más aceptable explicar cuáles son mis influencias literarias, cuando me hacen esa pregunta.
Hace algunos años leí un texto de una conferencia que fue dada en Harvard por el maestro Borges, año 1967-1968, en la que él resumía mi problema con la definición de poesía, pero tuve que leerlo para darme cuenta. No voy a ponerme a explicar lo que ya Borges dijo, él lo deja perfectamente claro, así que les transcribiré algunas citas claves de su conferencia, en las que, a mi manera de ver, se resume el «arte» de definir qué es poesía. Esta conferencia, junto a cinco más, se encuentran recopiladas en el libro titulado «Arte poética. (Seis conferencias)».

Libro «Arte poética. Seis conferencias», de J. L. Borges, utilizado como modelo para una de mis fotografías.
Citas de la Conferencia «El Enigma de la poesía»:
«Para terminar, me gustaría decir que cometemos un error muy común cuando creemos ignorar algo porque somos incapaces de definirlo.»
«Por ejemplo, si tengo que definir la poesía y no las tengo todas conmigo, si no me siento demasiado seguro, digo algo como: «poesía es la expresión de la belleza por medio de palabras artísticamente entretejidas». Esta definición podría valer para un diccionario o para un libro de texto, pero a nosotros nos parece poco convincente. Hay algo mucho más importante: algo que nos animaría no sólo a seguir ensayando la poesía, sino a disfrutarla y a sentir que lo sabemos todo sobre ella. «
«Esto significa que sabemos qué es la poesía. Lo sabemos tan bien que no podemos definirla con otras palabras, como somos incapaces de definir el sabor del café, el color rojo o amarillo o el significado de la ira, el amor, el odio, el amanecer, el atardecer o el amor por nuestro país. Estas cosas están tan arraigadas en nosotros que sólo pueden ser expresadas por esos símbolos comunes que compartimos. ¿Y por qué habríamos de necesitar más palabras? «
«Para terminar, tengo una cita de San Agustín que creo que encaja a la perfección. San Agustín dijo: «¿Qué es el tiempo. Si no me preguntan qué es, lo sé. Si me preguntan qué es, no lo sé». Pienso lo mismo de la poesía. «
Creo que no queda más qué decir, pero , si alguno de ustedes desea leer completa esta conferencia, puede acceder a este enlace.
¡Ya no hay respeto! (¿Alguna vez lo hubo?)
Me considero paciente, pero hay ocasiones que no hay por dónde escaparme.
Anoche asistí como poeta invitado a un recital de poesía. Además de la lectura de poesía, habría pantomima y una banda de jazz. El evento se retrasó y comenzamos a leer a eso de las 8:30 PM. El público estaba enfrente de la mesa de lectura donde yo estaba ubicado junto a 5 compañeras poetas y un artista de la pantomima. A un costado de nosotros estaban sentados los músicos que iban a tocar jazz y estaban en un tertulia muy amena cuando comenzó la lectura. Por un momento pensé que iban a comprender que era necesario «bajarle el volumen» a la plática durante la lectura, pero, para mi sorpresa, no fue así, siguieron como si nada, con carcajadas incluidas, mientras dos compañeras leían sus textos. Yo ni siquiera escuchaba bien a las compañeras, entonces, cuando llegó mi turno, decidí pedirles el favor que le bajaran porque distraía. Uno de ellos dijo «amén», cuando terminé agradeciéndoles, pero no había leído ni diez versos cuando la tertulia volvió de la misma manera, hice un silencio, la bulla siguió, y terminé desconcentrándome de la lectura y tomé la decisión de no seguir leyendo. Me disculpé con el público y los compañeros de la mesa y cedí el micrófono a la siguiente persona.
Este tipo de cosas se da seguido, ya he contado y he puesto fotos de cómo la gente se la pasa «chateando» en el celular durante las obras de teatro y en otros recitales a los que he asistido. Ya he experimentado antes cierta falta de atención de alguien del público, pero, el público es el público, y, a la larga, hasta pueden tener un poco de razón si acaso no les gusta lo que están viendo o escuchando, aunque no es justificable la falta de respeto.

Un asistente revisaba cada 3 minutos su celular, durante una presentación de teatro en el Teatro Luis Poma.
En el caso de anoche, creo que lo que me hizo desistir de mi lectura fue el hecho de que eran precisamente los músicos que iban a tocar los que faltaron el respeto a la mesa de lectura. Es decir, todos (poetas, mimo y músicos) estábamos ahí para compartir escenario, pero al parecer eso no fue suficiente para guardar el mínimo de respeto al trabajo del otro.
Entonces, me pregunto nuevamente: ¿cómo va el artista a esperar que el público le respete su obra, si el mismo artista no es capaz de respetar el trabajo de otro? (está claro que no me refiero a todos). Creo que dejar pasar este tipo de cosas lo que hace es fomentar ese irrespeto y, hasta cierto punto, quizá faltarle el respeto uno mismo a su obra.
¿Es importante autodenominarse poeta?
De manera personal, honestamente, creo que no es importante. Pero, también puedo decir que no le veo mayor problema al hacerlo en ciertas circunstancias.
Brodsky hablaba de la falsa modestia de los poetas americanos, les decía que si no se consideraban poetas para qué perdían el tiempo escribiendo poemas. (Frank Invita, No. 21, Granada 9).
He escuchado muchas veces decir a escritores que ellos no se consideran poetas, pero, lo repiten tanto que da la impresión de que lo que hacen es esperar que alguien les diga lo contrario, a manera de sentirse aprobados. En estos casos, la crítica de Brodsky se aplica de manera genuina. Considero que es más creíble la humildad, a este respecto, de alguien que en ningún momento se autodenomina poeta, que de aquel que toda la vida se pasa negando serlo. Creo que no se puede, ni se debe, negar lo que uno es, a pesar del derecho que se tiene de hacerlo.
Sin embargo, Brodsky también decía que «si un poeta tiene una obligación respecto a la sociedad, es la de escribir bien. Al formar parte de la minoría, no tiene otra opción». Con esto se cierra el círculo, es decir, si alguien no cree que es poeta, entonces para qué escribir poemas, pero si se escriben poemas, entonces, ¿por qué no hacerlo bien? A la larga, lo más importante sigue siendo la obra poética, no quien la escribe.
Lo anterior me lleva a pensar en el respeto que se le debe tener a la obra artística en general. Ese respeto que el propio autor debe tenerle a su obra, pasando por tratar de hacerla lo mejor posible, así como por respetar la obra de otros creadores. ¿Cómo es posible que un creador exija respeto del público hacia su obra, si el mismo autor no la respeta, ni tampoco respeta la obra de los demás? Ser poeta y creerse poeta (esto quizá puede extrapolarse a cualquier rama del arte) son cosas muy diferentes, pero cuando se cumplen algunas cuestiones mínimas de sentido común, como por ejemplo, en este caso, escribir bien y respetar el trabajo propio y el ajeno, ¿qué importa si alguien se autodenomina poeta o no?
Lo que no se vale es esconderse tras esa falsa humildad, de la que habla Brodsky, para escribir mal y, por lo tanto, faltarle el respeto a la obra. Esto me lleva a decir que es razonable considerar que la valoración de una obra artística es relativa, una misma obra puede llegar a ser considerada buena o mala a la vez, al final, el público tiene la última palabra. El tiempo se encargará de posicionar a la obra y al autor en el verdadero lugar que le corresponde en la historia.
En mi caso personal me he acostumbrado a decir que escribo poesía, como una de mis ocupaciones, pero no niego a diestra y siniestra que soy poeta y cuando me toca decir que lo soy, lo hago sin ninguna vacilación. Esto puede sonar pretencioso de mi parte, pero, en el fondo, se trata de creer en algo que se hace de manera sistemática y como parte de un proyecto de vida. Si me dan a escoger, prefiero decir que soy poeta, tratando de dar lo mejor de mí al escribir y teniéndole respeto a mi obra y a la de los demás, que gritar una falsa modestia en busca de la aprobación pública. Como sigue diciendo Brodsky en su crítica a los poetas americanos: «Cualquier médico o cualquier zapatero toma su oficio más en serio que ustedes».(Frank Invita, No. 21, Granada 9)