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De viajar a Cuba y no tomar fotografías.
Estoy haciendo mucho drama al decir «no tomar fotografías», pero fue casi la realidad de mi reciente viaje de 4 días a La Habana. Tenía que llegar a la inauguración de la muestra fotográfica internacional «Caleidoscopio 2017: La Calle, la piel desnuda de la sociedad«, a las 5:00 P. M. del 25 de mayo de 2018, en el Museo Casa de Simón Bolívar. Viajaba el mismo día 25, la salida del vuelo desde San Salvador se retrasó por motivos de «actualización del software de navegación», según anunciaron por el altavoz, como si no fuera suficiente el mero hecho de volar, para sentir que uno se entrega a la muerte en cada vuelo. Llegué a La Habana con una hora de retraso, en aduanas me revisaron la maleta porque declaré que llevaba libros, lo que me causó un retraso adicional, pero logré llegar a tiempo al evento, aunque, justo a una cuadra de entrar al lugar, comenzó a llover fuerte, y eso sería solo el inicio.

El maestro mexicano Adrián Fierro, en la inauguración de la muestra.
Antes de continuar, debo aclarar que este ha sido mi segundo viaje en el que solo llevo cámara análoga (de rollo), esta vez llevé mi Leicaflex SL y la Yashica Lynx 5000 E, la primera para rollos en blanco y negro y la segunda para rollos a color. Llevaba 4 rollos blanco y negro (Fomapan 400) y 2 rollos a color (Superia Xtra 400), suficientes para el corto tiempo de mi estadía.

Mis compañeras de viaje.
Al día siguiente de mi llegada me reuní con mi gran amigo cubano Racso Morejón, periodista, poeta y fotógrafo, para ir a recorrer (patear, como diría él) La Habana Vieja profunda. Sorpresa: estaba lloviendo. Y continuó lloviendo todo el día, y todo el fin de semana, por supuesto, no nos paramos, pero en esas condiciones era casi un milagro hacer una que otra foto. Esperábamos los escasos momentos de poca lluvia para avanzar y hacer cuadros, el resto del tiempo era esperar bajo el techito de alguna casa o de algún almacén y solo quedaba imaginar las fotos. Mi mayor limitante fue, precisamente, la cámara de rollo, porque es más delicado que se moje y no llevé funda impermeable, lo admito: grave error. Pero, es que no es normal que haya temporal en Cuba en estos días, lluvias aisladas sí, pero no diluvio. Tuve que improvisar una funda impermeable, por supuesto, pero no fue suficiente. Aprendí algo: cuando llueve con sol, en Cuba dicen que «se casa la hija del Diablo», en El Salvador decimos «está pariendo la venada» ( o su plural). ¡Cosa más grande la vida, chico!

Funda impermeable, de última generación. (Foto: Racso Morejón)
La tormenta «Alberto», según me entero ya de regreso en El Salvador, ha ocasionado graves daños en las zonas rurales de Cuba, y eso que aún no ha empezado la temporada de huracanes.
Hice pocas fotos, en color logré terminar 2 rollos entre fotos turista, de amistades y de teatro, en blanco y negro solo hice unas 20 fotos, ni siquiera me acabé un rollo, pero a este momento, las blanco y negro aún no están reveladas. Tuve la suerte de poder asistir a 2 obras de teatro y logré hacer algunas fotos, forzando la cámara, ya que solo andaba rollo de ASA 400, y, en fotografía de artes escénicas, eso equivale casi a andar ciego.
Por supuesto, lo mejor del viaje fue encontrarme con mi gente querida y compartir momentos inolvidables con ellos. Viajar a Cuba y no hacer fotografías no es tan malo cuando se tiene a la mano la amistad. Para hacer fotos ya habrá nuevas oportunidades, eso es lo de menos.
Actualización, 31 de mayo de 2018: ya están reveladas las fotos en blanco y negro.
Yashica 35 MF o el valor de la nostalgia.
En 1978 a mi padre le regalaron una cámara llamada Yashica 35 MF, la mayor parte de mis fotos familiares fueron tomadas con esa cámara. Por supuesto, ya con mi curiosidad por las cámaras, descubierta a mis 5 años al utilizar una cámara de rollo muy básica que mi padre tenía, fue lógico que yo le «robara» la cámara que le acababan de regalar. A pesar de que él la mantenía escondida, yo solía sacarla cuando él no estaba y, si estaba cargada con película, tomaba al menos una foto; si no estaba cargada, me pasaba un buen rato corriendo la manivela y apretando el botón disparador para ver cómo en el interior se abría y se cerraba «el ojo» de la cámara.
Desde ese año, la Yashica 35 MF fue mi cámara, hasta que me la hurtaron en el año 1998. Recuerdo que la última foto que había tomado era la de una mariposa que se paró sobre mi zapato, quedé inmóvil, y como casualmente andaba la cámara en la mano, no dudé en hacer la foto, nunca pude verla. No fue tan fácil asimilar la pérdida de la que fue mi cámara de la niñez, y no fue fácil contarle a mi padre que la cámara ya no estaba.
Hace como un año busqué el mismo modelo de cámara en Amazon y encontré una, pero el vendedor nunca la envió, por lo que me hicieron un reembolso. Este año volví a hacer la búsqueda y encontré otra, en Canadá, por medio de Ebay, por un precio realmente bajo, pero esta vez sí llegó. La sensación de tenerla en mis manos me ha remitido inmediatamente a mi infancia y puedo decir que el valor de mi nostalgia por esa cámara costó US$35.00.
La cámara viene en muy buen estado, los compartimientos de las baterías están muy limpios, el exposímetro está funcionando, el flash trabaja correctamente, a esta hora de la madrugada, lo único que me hace falta es salir a hacer fotos y ver los primeros resultados en un rollo de prueba.

Yashica 35 MF, comprada en 2018, mediante Ebay, en Canadá.
Es increíble cómo ciertas cosas de nuestra niñez nos marcan, siempre que he tenido oportunidad le he contado a medio mundo sobre mi cámara de mi niñez, que me fue hurtada, bla, bla, bla. Ahora mismo tengo enfrente un modelo igual y no puedo evitar sentirme feliz y agradecer a mi padre por dejarme usar su cámara, sin su permiso.
A continuación les comparto 2 fotos tomadas con mi Yashica 35 MF de la infancia: una tomada por mí y una tomada por mi padre, ambas en 1978.

Foto tomada por este servidor, con la Yashica 35 MF, en 1978.

Foto tomada por mi padre, con la Yashica 35 MF, en 1978.
UPDATE: 12/05/2018; 12 m.
No me aguanté y fui temprano a hacer unos disparos al Centro de San Salvador, para saber si la cámara estaba funcionando, siento que me he sacado la lotería. Les comparto algunas fotos recién reveladas y positivadas.

Plaza Morazán, San Salvador, 12/05/2018.

Palacio Nacional de San Salvador, 12/05/2018.

Portal frente al Parque Libertad, , San Salvador, 12/05/2018.

Autorretrato, , San Salvador, 12/05/2018.
«Rollum»
Neologismo salvadoreño, acuñado por el fotógrafo Raúl Arce en el siglo XXI, probablemente entre los años 2017 y 2018. El término ha sido utilizado de manera lúdica por un pequeño grupo de fotógrafos contemporáneos, que en pleno siglo XXI retomaron el uso de la fotografía analógica o química, para referirse a algunas imperfecciones en las fotografías, producto de las limitaciones propias de las cámaras de rollo o carrete, como el enfoque manual y las bajas velocidades de obturación en situaciones de poca luz, dada la sensibilidad de la película, que se traducen en fotografías ligeramente desenfocadas o trepidadas; en algunos casos, el «rollum» también puede referirse a entradas de luz, conocidas como «leaks» (del inglés), o incluso imperfecciones durante el revelado o positivado de la película. La palabra «rollum» resulta de combinar la palabra «rollo», que se refiere al carrete en las que se dispensa la película fotográfica y la palabra «punctum», concepto acuñado por el escritor y filósofo francés Roland Barthes en su libro «La cámara lúcida», con el que se refiere a situaciones imprevistas para el fotógrafo, que se dan al azar al momento del disparo.

Fotografía tomada en el Centro Histórico de San Salvador.